Si existe una práctica artística que mejor que ninguna otra recrea la percepción de todo lo que nos rodea, es la del dibujo. Ha sido un medio que siempre estuvo al lado del artista, ejerciendo de testigo mudo pero expresivo de ese binomio creativo que asocia realidad e imaginación. Versátil e inmediato, sirvió tanto para perpetuar momentos dramáticos -inevitable no recordar a John Berger al pie del féretro de su padre-, como para abocetar de manera ágil un pensamiento o una imagen fugaz.
David Pintor lo ha utilizado como compañero de viaje, elaborando un encantador libro con él. Desde Fisterra y O Cebreiro hasta Nueva York, pasando por París, Roma o Venecia, reunió en sus dibujos una visión personal de las ciudades que ha visitado. En una estrategia de selección capta el plano detalle de rincones populares o edificios históricos a los que despoja de toda pomposidad, acercándose a ellos con la mirada de un trotamundos curioso que, con el frescor de un oportuno esbozo, se apropia de la plasticidad del itinerario.
Son escenografías amables, en las que el autor introduce esas pequeñas pinceladas cotidianas que bullen en el marco de una urbe. Deliberadamente sus dibujos puentean cualquier motivo antipático o desagradable, que también los hay, de los lugares que retrata. Obras sencillas, realizadas con facilidad de trazo y gran capacidad expresiva, algo que, por otra parte, revela el método de trabajo habitual de quien a diario ilustra con viñetas el día a día en este periódico. Miguelanxo Prado compara estos dibujos con “una buena improvisación de jazz”, improvisación y espontaneidad con las que Pintor es capaz de sintetizar, en diferentes ángulos de visión, el espíritu de una plaza o el enfoque general de un paisaje.
Los efectos visuales recogidos a través de graciosas y fantásticas actitudes del único protagonista de estas composiciones, el propio dibujante, y de su bicicleta, y un lenguaje directo, que partiendo de la realidad reconstruyen un mundo mágico y maravilloso, desvelan un acercamiento de este cuaderno de viaje, al que David ha llamado Ciudades de papel, a los libros infantiles ilustrados. Un cuidado sentido gráfico y una preocupación especial por el color acentúan si cabe más este perfil.
Mercedes Rozas.
La Voz de Galicia ( 13/07/2009)
1 comentario:
increible este dibujo!
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