viernes, 30 de julio de 2010

Exposición "Ilustraciones"

Aquí se puede descargar el catálogo de la exposición: http://www.9the13.com/wp-content/uploads/2010/07/CATALOGO_DAVIDPINTOR_2010.pdf

Y éste es el texto que la escritora María Canosa ha hecho para el catálogo basándose en las ilustraciones de la exposición. Gracias María.

"Cierro los ojos ante un destello. De las pestañas quedan colgadas las motas de colores que flotan en el ambiente, apenas suspendidas por un endeble hilo de color azul-plata, como el polvo de las estrellas. Muevo los párpados de nuevo, esparciendo las distintas tonalidades a mi alrededor, que me envuelven en un mar de sensaciones. Ya no sé si estoy soñando o todavía puedo mantenerme despierta.
Pestañeo de nuevo.
Permanezco inmóvil mientras la gente de la calle avanza hacia mí. Una marea de personajes se amontona ante mis ojos. Por un instante me parece descubrirme a mí misma haciéndome un hueco entre la multitud. Los ecos de las distintas voces resuenan suaves en mi tímpano. Existen conversaciones ininteligibles por mantenerse a lo lejos, pero también descubro diálogos en los que me parece estar interviniendo directamente de lo próximos que los siento. A lo lejos, los pájaros reclaman atención. Me pierdo entre las distintas formas y colores, fijando la vista en los detalles más inusuales. Un bolso, una cesta de libros, unos pendientes, el reloj de un diablo, la cinta de un sombrero o la melena de un león. El humeante tabaco o las alas del señor del traje oscuro. Las ojeras tras los cristales de las gafas del hombre escrutador. Toda la estampa resumida en un efímero instante. Así de sencillo.
Un instante por el que viajar cuantas veces desee Un instante distinto para cada uno de los ojos que lo observamos.
Repaso la imagen de abajo a arriba, del alboroto del gentío a la inmensidad del cielo azul.
Cierro los ojos. Me agarro a las alas del señor del sombrero de copa, y me voy alejando de la gente. Cada vez escucho menos voces, hasta que las dejo atrás, en el olvido.
Suelto la mano preocupada por la caída. Nada hay que temer. Me recibe el agua de la piscina, casi tibia… Apenas puedo oír el sonido del mar a lo lejos. Total relax y tranquilidad. Un viaje en el espacio, y en el tiempo, al país de los sueños que se pueden cumplir.
Siento las gotas de agua sobre mi piel. Apoyada sobre los codos en el borde del estanque, me pregunto de quién serán los zapatos de caballero que me esperan. Quizás el mismo que me dejó preparado el café que me inunda el olfato… ¿Quién será? Algún candidato cruza por mi mente.
De nuevo, un pestañeo.
Arrastro el aroma a café conmigo, que me acurruco en un pequeño recoveco al pie de una escalera. Me protejo del sol y las miradas con un sombrero, escondida tras las páginas de un libro, inmersa en la historia que me cuentan. Aún así, no creo que tarden en descubrirme. Alguien sigue mis huellas por la calle.
No me importaría nada encontrarme con él. Pero me gustaría más aún que siguiese mi rastro, buscándome. Quiero que me encuentre, más tarde.
- Llévame ahora del verano al invierno –le pido al dibujo.
Fuera hace un frío intenso. El aire corta las mejillas con su gélido filo.
Apoyo la bicicleta en las contraventanas azules y atravieso la puerta roja del Café Belén. No desenfundo ni la bufanda ni el sombrero que me cubre la cabeza, que tanto me gusta usar en invierno.
Una sonrisa al camarero y ya sabe qué me va a servir esta tarde. Un aromático café, tan caliente que se puedan ver las volutas de humo a través del vidrio.
El número 5 de la calle Belén es un café pequeño, acogedor. Un reducto de intimidad en las pobladas calles de la capital. Es como llevar el bar de mi pueblo a la ciudad de Madrid. Casi me siento como en casa, a cientos de kilómetros de distancia. Me envuelve una tranquila música, que bien me acompañará en la lectura de alguna línea, o bien en las conversaciones conmigo misma, en las historias que imagino de la gente que pasa a mi lado por la calle. Para cada una de ellas creo una vida, que muchas veces resulta bien alejada de su pedacito de realidad.
Rodeo la bebida con las manos, sintiendo cómo se me calienta el cuerpo y el corazón. Tiro del cuello del abrigo hacia arriba. No sé porqué, ese lugar me hace recordar la lareira de casa, cuando de pequeña quedaba asombrada mirando las llamas del fuego que iba consumiendo los troncos de roble. Fuera, llovía. Pocas veces nevó, y cuando lo hizo, resultaba ser un auténtico espectáculo. Los diluvios, innumerables, llenaban los caminos de charcos. Cuántas veces quise embadurnar mis pies en su agua marrón ante el rechazo de las miradas de mis progenitores.
Puedo salir del café Belén y hacer crepitar las hojas secas de los árboles contra la nieve, y así volver a trasladarme a la tierna edad de seis años.
Pero ya he crecido, ya no salto en los charcos manchando mis botas de goma.
Miro una vez más el café del invierno, y aparto la mirada melancólica de mis recuerdos.
Me encuentro de frente con él. Malcolm Lowry me mira de reojo, a través del humo azul de su pipa. Una mirada agresiva y sofisticada a la vez. Seductor hasta la saciedad.
¿Qué me está mirando?
Imposible no sonreírle. Ya he caído en su red. Sé que me llevará por derroteros complicados, como compleja fue su existencia, las relaciones que mantuvo. Pero resulta irresistible. Si logró seducir a las diosas de Hollywood, sin duda me robará el corazón con sus poemas y las historias de sus viajes incesantes.
El azul intenso de sus ojos me mantiene expectante. El bigote perfectamente recortado. La provocación está entre sus dedos, y le reborda por todos los poros de la piel.
¡Qué peligro! Suerte que puedo pasar del humo de su tabaco a otro más intenso y más azul, el de la colilla de Albert Camus, con un aire más bohemio y desenfadado. Éste no me mira, inmerso en sus pensamientos, en sus teorías, camina por su interior.
Incluso así, siento a mi lado más caras que me miran y me observan. Qué ingenua al pensar que sólo yo podía escudriñar en sus vidas, en sus momentos, en sus instantes… y son ellos los que me clavan la mirada.

Doy una vuelta sobre mí, lenta y tranquilamente.
Repaso todas las historias que acabo de vivir, mentalmente.
Las sonrisas me inundan, como el más preciado de los tesoros. He viajado en unos minutos más que en muchos meses atrás en toda mi vida.
Colmé mis sentimientos de color, de impulsos, de ilusiones, de sueños y recuerdos. De aroma a café, de cielos azules y amarillos, de sombreros y bufandas. Me inunda una calma inmensa, e intensa.

Abrí los ojos para buscar mis sueños entre las imágenes de la pared. Para convertir un instante, un momento al fin y al cabo, en eterno.Cada cuadro, cada ilustración, es un peldaño para subir, bajar, avanzar y descansar en el universo creado por David Pintor en la exposición Ilustraciones de la galería 9the13, de A Coruña. Un auténtico regalo para las miradas de quien la contempla."

1 comentario:

María dijo...

Grazas a ti, David, por regalarnos ese mundo tan maravilloso que creas para nós.
É un pracer poder formar unha pequeniña parte del.